Una de las obligaciones éticas de aquel que decide temas de ciudad es tener conocimiento sobre distintas prácticas locales e internacionales y los resultados obtenidos previo a intervenir en el territorio. Toda intervención en el espacio público trasciende para convertirse en el principal escenario en proyectar valores sociales: el proyecto urbano transparenta un proyecto social. En el contexto actual de la ciudad postmoderna y su modelo de desarrollo urbano, se ha tendido a privilegiar la privacidad propia de una estética asociada al jardín privado debidamente cercado, las cámaras de seguridad y la creciente privatización de los espacios de uso público. La reja simboliza la prevalencia de condicionantes como la seguridad y la propiedad privada ante el derecho a la libertad personal, lo que se considera que es el proyecto social detrás de las intervenciones en el territorio. Lugares de alta intensidad de uso público como los malls, cierran sus accesos con altos estándares de seguridad por las noches. Considerando esta construcción cultural, nuestra sociedad no se sorprende que pasajes con un uso intensivo por parte de sus vecinos inmediatos sean cerrados con rejas para hacer valer sus derechos de seguridad individual.
El encerrarse tras enrejados, alambres de puas, cercas electrificadas y guardias tipo prision es la antitesis de ciudad, el espacio publico mas antiguo, inventado hace miles de años por los seres humanos para darse mutua proteccion, para convivir, y para comerciar y producir.
Hoy el abuso del auto y la paranoia de la inseguridad, han privado a la ciudad de dos de sus elementos esenciales: la convivencia en el espacio publico y la seguridad mutua que se da cuando la gente sale a las calles, cada peaton son dos ojos vigilantes.
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