lunes, 13 de junio de 2011

La “huella de carbono” y sus implicaciones en la movilidad « Transeúnte

foto:ecorevolucion.blogspot.com

Definida como la totalidad de Gases de Efecto Invernadero (GEI) emitidos por efecto directo o indirecto de un individuo, organización, evento o producto, la huella de carbono determina así, una relación directa con la movilidad, pues alguien que usa un coche para moverse emitirá más dióxido de carbono (CO2), como producto de sus actividades diarias, que quien usa, por ejemplo, una bicicleta para el mismo fin.

Sin embargo, la “huella de carbono” no sólo hace referencia a las emisiones de CO2, producidas a raíz  de las cosas que se hacen a diario, pues también tiene que ver con el ciclo de la producción de los objetos que se consumen.

De esta manera, explica Sandra Guzmán, coordinadora de aire y energía del Centro Mexicano de Derecho Ambiental (Cemda), que “desde que se adquiere una materia prima para elaborar un determinado producto, se empieza a contabilizar la huella de carbono, después el carbono que se empleó para transportarlo, etcétera”.

“Una vez que el ciclo, en términos de producción está hecho, se empieza a contabilizar la vida útil del producto”, agrega la experta.

Es así, como la huella de carbono de un auto es producto de la sumatoria de las emisiones producidas para su fabricación, el CO2 emitido para su traslado de las plantas armadoras a las concesionarias, el uso por parte de los consumidores y finalmente cuando deja de ser útil y se convierte en chatarra.

Por la razón anterior, entre otras, es que México tiene una huella de carbono muy grande, ya que como explica la entrevistada, la demanda de productos derivados de combustibles fósiles, en comparación con los países que utilizan energías renovables, es alta.

Bajo las consideraciones anteriores, en el caso de la Ciudad de México, iniciativas como la Supervía Poniente o el segundo piso de Periférico Norte contribuyen a incentivar el uso del automóvil y por lo tanto el aumento de la huella de carbono. Expertos en la materia, como Andrés Lajous, argumenta que a través de estos proyectos el gobierno local además de no mejorar el transporte público, apuesta a emporar la movilidad de la urbe al darle más espacios a los coches.

Sumado a ello, Guzmán subraya que también hay un problema con la calidad de los combustibles que se usan en México, pues el diesel, por ejemplo, que se sigue requiriendo en grandes cantidades para los camiones, tiene un contenido elevado de azufre.

Dentro de las posibles soluciones a esta problemática, la entrevistada propone “transitar del uso de combustibles fósiles al uso de productos que tengan menor demanda de carbono como la bicicleta, que aunque como  producto, también tiene una huella de carbono, ésta se ve mermada con el uso de dicho vehículo, porque no le tienes que echar gasolina. Es necesario transformar tu vida para compensar las emisiones que se producen por la utilización de ciertos productos: si alguien tiene que hacer un viaje en avión, lo más adecuado sería que cuando regrese a la ciudad tratara de no usar su coche y moverse en bici o transporte público, pues de esta manera se equilibra la huella de carbono que produjo por su viaje en la aeronave”.

La huella de carbono se mide en kilogramos de CO2 y de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas, el promedio que un ciudadano de cualquier país debería de tener en su huella de carbono es de 2 toneladas anuales. En México el promedio por habitante es de 4 toneladas por año.

“La huella de carbono permite valorizar y ponerle peso a nuestras actividades. Necesitamos formas más eficientes de vida. Si no lo hacemos ahora será muy tarde regresar a aquel momento en el que se pudo haber evitado ese desastre”, agrega la representante del Cemda.

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